domingo, 12 de agosto de 2012

La presión de los fantasmas


Finalmente, después de cuatro fechas, Boca Juniors volvió a la victoria por el torneo local. La victoria por 2 a 0 frente a Tigre por la segunda fecha del Torneo Inicial del fútbol argentino. Todo esto podrcya ser perfectamente normal, pero en el caso de Boca Juniors nada puede ser llamado a ser de esa manera. La extraña salida de Juan Román Riquelme del equipo, aduciendo estar "vacío" y no tener nada más que ofrecerle a Boca, el silencio de sus amigos dentro del plantel, la desesperada salida algunos jugadores del mundo Boca y la tardía llegada de refuerzos hizo suponer que no sería un comienzo de semestre tranquilo para el equipo de la Ribera.
Los mil y un problemas en la vuelta de esa gira por Venezuela, que aportó un buen número de dólares a una economía exigente, y las mil excusas que se pensaron para justificar una eventual derrota en el partido inaugural del Torneo Inicial, frente al recién ascendido Quilmes, se vieron disipados en los dichos de Julio Falcioni, cuando aclaró que el plantel había podido descansar bien, y estaba preparado para el partido. En medio de todo eso, y al igual que durante toda la pretemporada, la danza de clubes que pretendían contratar a Riquelme y la posibilidad de que continuara su carrera en otro club argentino.
El partido con Quilmes fue el desorden estrátegico y futbolístico en plenitud. Un equipo sin conducción, tanto adentro como afuera de la cancha, superado ampliamente por un equipo que venía de competir por un ascenso con equipos como Guillermo Brown de Madryn o Atlanta. Boca, en cambio, venía de ser finalista de la Copa Libertadores de América. Jugadores que no demostraban estar a la altura de las expectativas, como Silva, infantilmente expulsado a los 18 minutos del primer tiempo, Erviti sin hacer pie en todo el partido, Viatri demasiado solo y Chávez sin encontrarse con ese que era cuando tenía adelante a Riquelme y exigía un lugar en el equipo.
Una segunda oportunidad estaba a la vuelta de la esquina. Nada menos que ante el multi reforzado Racing, que incorporó nombres de peso para cada linea del equipo. Sand, Camoranesi, Ortiz y Villar se sumaron a Saja y Pelletieri, para conformar, a priori, uno de los mejores planteles del torneo. Se jugaba la segunda final de la Copa Argentina. La primera edición se había jugado en 1969 y Boca había sido el campeón. Pero los rendimientos de la primer fecha hacían parecer que el título podía cruzar el Riachuelo y quedarse en Avellaneda. Sin embargo, como indica la vida misma, la suma de las partes nunca es más que el todo. Los nombres de Racing no alcanzaron para conformar un equipo competitivo (al menos no por ahora) y jugó mucho peor que un Boca que cometió muchos errores defensivos, pero aprovechó las ocasiones ofensivas que tuvo. El resultado final fue 2 a 1 y la copa se quedó en La Boca.
Con todo este trajín llegamos al día de hoy, en que los jugadores de Boca debían revalidar lo conseguido en la Copa Argentina, para demostrar que el cambio de actitud es una realidad y no una cuestión de "mística copera", a la que se debería tratar de recurrir cada vez menos. El único cambio con respecto al partido anterior era el reemplazo del suspendido Santiago Silva por Nicolás Blandi. Y el partido empezó como más de lo mismo. Un equipo sin líderes, ni dentro ni fuera de la cancha. No hay voz de mando, y si alguno la tiene, se ha quedado afónico. Un equipo chato, con jugadores incapaces de patear un centro a la cabeza de alguno de los dos nueves propuestos en la estrategia de Julio César Falcioni. No hay juego ni recuperación en el mediocampo que integran Somoza, Ledesma, Erviti (quien al parecer arrastra una lesión en una de sus rodillas) y Chávez. A eso hay que sumarle una defensa que generalmente tiene que arriesgar más de lo debido ya que el mediocampo no ofrece seguridades y un arquero que está empezando a afianzarse en el arco boquense. Tigre intentó aprovecharse esta situación y con Matías Pérez García y Agustín Torassa, dos ex All Boys, desbordaba y superaba continuamente a la defensa de Boca. La desconexión del equipo se hacía cada vez más visible. Viatri se retrasaba para ayudar a Chávez, Blandi se retrasaba para ayudar a Viatri y Boca terminó el primer tiempo con 4 remates de media distancia, todos lejos de los tres palos. Cuando Falcioni y los jugadores iban camino a los vestuarios la popular local explotó en un "Riqueeeelme, Riqueeeelme", haciendo que el fantasma les pese sobre los hombros, ahora más que nunca.
La salida de Erviti en el segundo tiempo, aparentemente resentido de su lesión en la rodilla, para le entrada de Sánchez Miño cambió el panorama xeneize. Un socio en la elaboración para Chávez hizo que Viatri pueda adelantarse un poco más y ser una alternativa para acompañar a Blandi, mientras que Somoza y Ledesma se dedicaban de lleno a la recuperación. Los goles llegaron por esa via. Recuperación, juego rápido y definición. Poco a poco, Boca fue consolidándose en el fondo y haciendo que el equipo de Arruabarrena no generara peligro. De esa forma, Boca fue un justo ganador del partido, pero deberá mejorar mucho de cara a los próximos partidos y los jugadores deberán volver a rendir examen de carácter el próximo fin de semana, cuando vuelvan a enfrentar a All Boys.
Al igual que les pasó a Viatri y Silva con la comparación con Martín Palermo, Chávez y Erviti deberán convivir con el recuerdo fresco que la gente tiene de su último ídolo, Juan Román Riquelme. Sin embargo, ningún nombre es más grande que una institución y la gente de Boca deberá asumir que jugadores como Riquelme también pasan por la historia del club. No todos dejan la misma huella, pero no por eso no hay que apoyar a los jugadores que salen a la cancha a defender los colores xeneizes. Los mismos jugadores deberían alentarse para no caerse, incluso Viatri, que declaró que el también hubiera gritado el nombre de su amigo.

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