domingo, 19 de agosto de 2012

El Diablo en rojo


   Independiente sigue caminando al borde de la cornisa y parece que cualquier viento pudiera derribarlo. A principios de marzo de este año, después de perder por 3 a 1 con Argentinos Juniors en el Libertadores de América, Ramón Díaz tuvo que dejar su cargo al frente del plantel del rojo de Avellaneda. La semana siguiente tenía una parada brava, jugaba con Boca Juniors en La Bombonera, y había que retomar la senda del triunfo de alguna forma. Ya se sabía que, a partir de agosto, la realidad del promedio iba a ser demasiado dura. Había que sacar muchos puntos para sufrir un poco menos en esta parte del año, cuando se perdieran los puntos que permitió a Independiente disputar la Copa Sudamericana que terminó ganando con Antonio Mohamed. Con ese objetivo se decidió mantener a Cristian Díaz, un hombre de la casa.
La primer prueba de Díaz la superó con éxito. Revitalizó a un equipo que parecía fundido y derrotó a Boca Juniors en su cancha por 5 a 4, con un inolvidable partido de Ernesto Farías. Después de ese partido alternó buenas y malas. Independiente le ganó a Belgrano por 2 a 0, perdió con Colón por 3 a 0 le ganó a Rafaela por 2 a 0 y empató con Vélez por 1 a 1. Un equipo plagado de juveniles, que no tenían lugar en el equipo de Ramón Díaz. Después de esa seguidilla llegó la goleada a Racing en el clásico de Avellaneda, con baile incluido, por 4 a 1. Sin dudas, Cristian Díaz ya había salvado el semestre de Independiente. Desde ese 14 de abril, salvando el 2 a 0 a Banfield por la fecha 12, Independiente no volvió a ganar por competiciones oficiales. En las últimas 7 fechas del torneo sacó 3 puntos de los 21 disponibles, redondeando una pobre campaña de 20 puntos, que lo ubicó entre los últimos 5 del campeonato, apenas un punto por encima de Racing Club.
   El comienzo del segundo semestre del 2012 encontraba a Independiente último en la tabla de promedios (1.184 puntos), en un nuevo formato de torneo, que determina que los tres peores promedios descienden directamente al Nacional B, eliminando los partidos de promoción. Para reforzar el equipo, que también competirá en la Copa Sudamericana, se eligieron jugadores grandes, que pudieran aportar experiencia al equipo. Victor Zapata, Fabián Vargas, Jonathan Santana, Cristian Tula, Claudio Morel Rodríguez y Roberto Russo para reforzar la defensa del equipo, que ya no contaba con Julián Velázquez. Paulo Rosales, recomendado por el propio Ricardo Bochini, y Luciano Leguizamon, figura del Arsenal campeón del último torneo, para reforzar el ataque.
   La primer prueba fue el Newell's Old Boys de Martino, que también está peleando en la tabla de abajo. Se encontró un equipo con poco rodaje que apenas consiguió sacar un punto. La siguiente fecha sería contra el siempre difícil Vélez Sarsfield, que aún sin Juan Manuel Martínez y Augusto Fernández había derrotado a Argentinos Juniors por 3 a 0 en su debut en el torneo. Otra muestra de tibieza y un nuevo 0 a 0. La tercer fecha era la primer prueba de fuego de este Independiente alicaído.
   Racing llegaba al clásico con una victoria por 2 a 0 frente a Argentinos Juniors, pero había arrancado mal el semestre, empatando 1 a 1  con Atlético Rafaela en el debut del torneo y había perdido la final de la Copa Argentina a manos de Boca Juniors. En Independiente, de los juveniles del torneo anterior sólo estaba Fabián Monserrat entre los títulares, que fue reemplazado por Paulo Rosales en el entretiempo, y Martín Benitez recién ingresó a los 22 minutos del segundo tiempo, por Luciano Leguizamon, que estaba amonestado. El gol de Sand a los 29 minutos del primer tiempo y la roja a Claudio Morel Rodríguez antes de que finalice el mismo, casi determinaron el resultado. En el segundo tiempo, Independiente practicamente desapareció de la cancha. A la media hora de juego, nuevamente Sand, que siempre aparece en los clásicos, marcó para Racing y dio cierre a un partido que estaba sentenciado desde el entretiempo.
   Independiente sacó 5 de los últimos 30 puntos que disputó y en lo que va del torneo no marcó ningún gol, ni generó demasiadas situaciones para merecerlo. Se viene un año complicado, en el que si no se revierte esta situación, a Independiente se la hará cada vez más difícil descontarle puntos a San Martín de San Juan, San Lorenzo, Newell´s, Unión y Atlético Rafaela, sus más inmediatos rivales. En tanto, el miércoles tendrá revancha cuando enfrente a Boca Juniors en la ida de la primera rueda de la Copa Sudamericana. Si pierde, puede ser el fin de la era de Cristian Díaz, que cosechó apenas 22 puntos en 18 partidos. Ya lo dijo el presidente de la institución, Javier Cantero: "así no se puede seguir".

domingo, 12 de agosto de 2012

La presión de los fantasmas


Finalmente, después de cuatro fechas, Boca Juniors volvió a la victoria por el torneo local. La victoria por 2 a 0 frente a Tigre por la segunda fecha del Torneo Inicial del fútbol argentino. Todo esto podrcya ser perfectamente normal, pero en el caso de Boca Juniors nada puede ser llamado a ser de esa manera. La extraña salida de Juan Román Riquelme del equipo, aduciendo estar "vacío" y no tener nada más que ofrecerle a Boca, el silencio de sus amigos dentro del plantel, la desesperada salida algunos jugadores del mundo Boca y la tardía llegada de refuerzos hizo suponer que no sería un comienzo de semestre tranquilo para el equipo de la Ribera.
Los mil y un problemas en la vuelta de esa gira por Venezuela, que aportó un buen número de dólares a una economía exigente, y las mil excusas que se pensaron para justificar una eventual derrota en el partido inaugural del Torneo Inicial, frente al recién ascendido Quilmes, se vieron disipados en los dichos de Julio Falcioni, cuando aclaró que el plantel había podido descansar bien, y estaba preparado para el partido. En medio de todo eso, y al igual que durante toda la pretemporada, la danza de clubes que pretendían contratar a Riquelme y la posibilidad de que continuara su carrera en otro club argentino.
El partido con Quilmes fue el desorden estrátegico y futbolístico en plenitud. Un equipo sin conducción, tanto adentro como afuera de la cancha, superado ampliamente por un equipo que venía de competir por un ascenso con equipos como Guillermo Brown de Madryn o Atlanta. Boca, en cambio, venía de ser finalista de la Copa Libertadores de América. Jugadores que no demostraban estar a la altura de las expectativas, como Silva, infantilmente expulsado a los 18 minutos del primer tiempo, Erviti sin hacer pie en todo el partido, Viatri demasiado solo y Chávez sin encontrarse con ese que era cuando tenía adelante a Riquelme y exigía un lugar en el equipo.
Una segunda oportunidad estaba a la vuelta de la esquina. Nada menos que ante el multi reforzado Racing, que incorporó nombres de peso para cada linea del equipo. Sand, Camoranesi, Ortiz y Villar se sumaron a Saja y Pelletieri, para conformar, a priori, uno de los mejores planteles del torneo. Se jugaba la segunda final de la Copa Argentina. La primera edición se había jugado en 1969 y Boca había sido el campeón. Pero los rendimientos de la primer fecha hacían parecer que el título podía cruzar el Riachuelo y quedarse en Avellaneda. Sin embargo, como indica la vida misma, la suma de las partes nunca es más que el todo. Los nombres de Racing no alcanzaron para conformar un equipo competitivo (al menos no por ahora) y jugó mucho peor que un Boca que cometió muchos errores defensivos, pero aprovechó las ocasiones ofensivas que tuvo. El resultado final fue 2 a 1 y la copa se quedó en La Boca.
Con todo este trajín llegamos al día de hoy, en que los jugadores de Boca debían revalidar lo conseguido en la Copa Argentina, para demostrar que el cambio de actitud es una realidad y no una cuestión de "mística copera", a la que se debería tratar de recurrir cada vez menos. El único cambio con respecto al partido anterior era el reemplazo del suspendido Santiago Silva por Nicolás Blandi. Y el partido empezó como más de lo mismo. Un equipo sin líderes, ni dentro ni fuera de la cancha. No hay voz de mando, y si alguno la tiene, se ha quedado afónico. Un equipo chato, con jugadores incapaces de patear un centro a la cabeza de alguno de los dos nueves propuestos en la estrategia de Julio César Falcioni. No hay juego ni recuperación en el mediocampo que integran Somoza, Ledesma, Erviti (quien al parecer arrastra una lesión en una de sus rodillas) y Chávez. A eso hay que sumarle una defensa que generalmente tiene que arriesgar más de lo debido ya que el mediocampo no ofrece seguridades y un arquero que está empezando a afianzarse en el arco boquense. Tigre intentó aprovecharse esta situación y con Matías Pérez García y Agustín Torassa, dos ex All Boys, desbordaba y superaba continuamente a la defensa de Boca. La desconexión del equipo se hacía cada vez más visible. Viatri se retrasaba para ayudar a Chávez, Blandi se retrasaba para ayudar a Viatri y Boca terminó el primer tiempo con 4 remates de media distancia, todos lejos de los tres palos. Cuando Falcioni y los jugadores iban camino a los vestuarios la popular local explotó en un "Riqueeeelme, Riqueeeelme", haciendo que el fantasma les pese sobre los hombros, ahora más que nunca.
La salida de Erviti en el segundo tiempo, aparentemente resentido de su lesión en la rodilla, para le entrada de Sánchez Miño cambió el panorama xeneize. Un socio en la elaboración para Chávez hizo que Viatri pueda adelantarse un poco más y ser una alternativa para acompañar a Blandi, mientras que Somoza y Ledesma se dedicaban de lleno a la recuperación. Los goles llegaron por esa via. Recuperación, juego rápido y definición. Poco a poco, Boca fue consolidándose en el fondo y haciendo que el equipo de Arruabarrena no generara peligro. De esa forma, Boca fue un justo ganador del partido, pero deberá mejorar mucho de cara a los próximos partidos y los jugadores deberán volver a rendir examen de carácter el próximo fin de semana, cuando vuelvan a enfrentar a All Boys.
Al igual que les pasó a Viatri y Silva con la comparación con Martín Palermo, Chávez y Erviti deberán convivir con el recuerdo fresco que la gente tiene de su último ídolo, Juan Román Riquelme. Sin embargo, ningún nombre es más grande que una institución y la gente de Boca deberá asumir que jugadores como Riquelme también pasan por la historia del club. No todos dejan la misma huella, pero no por eso no hay que apoyar a los jugadores que salen a la cancha a defender los colores xeneizes. Los mismos jugadores deberían alentarse para no caerse, incluso Viatri, que declaró que el también hubiera gritado el nombre de su amigo.